Responsabilidad colectiva
Decía Pablo Neruda, “Deja ya de engañarte. Eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu fracaso.” Yo también añadiría “de tu éxito”, pero siguiendo y compartiendo la reflexión, es una costumbre muy humana responsabilizar al resto, al mundo, o incluso a una alineación estelar de nuestros males y de nuestras situaciones.
Tendemos a descargar nuestros fracasos y dejarlos descansar en el resto, haciendo por tanto, un reconocimiento implícito de algo muy peligroso, puesto que culpar a la humanidad de nuestros resultados es aceptar de alguna forma que no tenemos capacidad para cambiar nuestra propia vida y quedar siempre a expensas de terceros.
Es seguro mucho más fácil liberarnos de la carga de lo que somos o cómo somos, si pensamos y responsabilizamos al resto, pero sin duda esto garantiza una apatía y carencia de esfuerzo que nos alejará del éxito.
Evidentemente soy un firme defensor de una sociedad capaz de abandonar el individualismo y recorrer el camino a la inversa del que nos trazan los poderes establecidos y el capitalismo, sabiendo generar una conciencia colectiva y una acción colectiva, pero ésta tendrá una mayor efectividad cuando mujeres y hombres consigamos renunciar el victimismo y tomemos las riendas de nuestra vida y, por tanto, de nuestros resultados.
Oigo a diario a muchas personas que me dicen, ‘hemos depositado nuestras esperanzas en el cambio’, y tengo que reconocer que oír esto me llena -casi a partes iguales- de orgullo y responsabilidad. Pero no por ello quiero obviar que no sólo es responsabilidad de la izquierda o de los gobiernos o de las instituciones, sino que las esperanzas de cambio hemos de depositarlas en cada mujer y hombre de forma individual y en sus capacidades colectivas puesto que lo fundamental de este nuevo tiempo es seguramente algo muy clásico, recuperar al pueblo y gobernar por y para él.
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